jueves, 9 de abril de 2009

Procesionar

Prepararse para una procesión tiene sus cosas, su ritual, si se puede llamar así.
No es bueno salir cansado porque las caminatas no duran menos de tres horas.
Así, primero hay que rodearse de familiares que te ayuden con el pesado hábito (comprobado), y después con la capa en el caso que nos ocupa.

Antes de ponerse el hábito si se sale tarde conviene cenar no muy pesado, pero al menos llevar un buen guiso casero en el buche.

Y una vez perfumados nos enfundamos el hábito, con botones hasta los pies, aunque no todos los que se ven, se abrochan, y lo apretamos bien con un cíngulo anudado a la cintura.

Nos ponemos la medalla del Cristo, y la capa, con cuidado de no tirar nada alrededor, pues las capas son amplias, y en días de aire más que cofrade, pareces Supermán.

Zapatos negros, guantes blancos, y una buena maza para golpear, siempre desde el cariño, un timbal alquilado, coges el capirote que está apoyado en un palo de escoba y te vas acercando al punto de partida, por lo general iglesia céntrica de la ciudad, al que llegas con 40 minutos de antelación, para saber donde te pones.

Todo tiene que salir perfecto.

Suena el toque que marca el inicio de la procesión, poco a poco, y si acaso con retraso vas pisando la calle, procuras no desentonar ni hacer gestos extraños.

Al rato, como el día sea de estos en los que no sopla aire, ya empiezas a notar falta de oxígeno debajo del capirote, los pies empiezan a doler, los hombros ya no pueden con el instrumento, pero es tal la emoción que se siente al ver a la familia, a los amigos, al amor, que todo vale con tal de aguantar.

Esta tarde a las ocho te espero en el lado que me digas de la iglesia escolapia para verte, y para andar contigo el camino, para llegar al final, compartir un abrazo y una botella de agua, un bocadillo y otros manjares, con sabor inesperado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:) Muy bien

Ojalá se mantenga el buen tiempo que hace ahora ;)

Un abrazo,

N.