Ayer era el día en el que se supone más nos queremos los que siempre nos queremos. A mí, como me quieren todos los días, no necesito que un calendario me lo recuerde.
Aún así siempre aprovechas para hacer algún extra.
Y la verdad es que Avelino y yo, nos fuimos ayer a cenar a un buffet repleto de pasta por todas partes, y nos pusimos las botas. Luego hicimos un postre especial.
Nos fuimos a unas calles oscuras que tal vez puedan vernos envejecer, y que nos gusta recorrer a la espera de que podamos hacer allí nuestra vida, algún día.
Nos detuvimos ante la puerta que abre nuevas vidas para unos pocos afortunados, y allí desprecintamos una tarta que nos habían regalado. Sólo pudimos comernos media, pues hubo más espacio para dedicarnos unos versos de nuestra canción y para pensar en lo que hubo y en lo que habrá, que para comer.
Nos faltó el cava, pero no pudo ser, no dan para tanto los bolsillos en estos tiempos de crisis.
Hubo tiempo de llorar, de recordar y de decirnos cuanto nos queremos. Fue algo improvisado pero que, creo, nunca olvidaremos.
Aquellas calles oscuras, solitarias, aquellas obras y tanto silencio... es tanto lo vivido en estos años que en noches como la de ayer, no está de más mezclar el pasado con el futuro, con lo que puede ser. Con nuestras vidas.
1 comentario:
Cuando se improvisan las cosas, es cuando mejor suelen salir, y además te quedas con un doble sabor de boca, porque salen bien, y al ser algo que no te esperas, es una sorpresa, y fue una buena idea, y una gran sorpresa. TQM, tu nene.
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