Ayer trabajando me dolía la cabeza, y las muelas, y los pies después de seis horas. Llevaba un mareo de vértigo y no me quedaba claro si era de ver a la gente entrar a montones por la puerta del hiper o por cansancio general, enfriamiento o crisis de ansiedad.
No lo tenía claro, no soy médico.
Pero un profesional sabe dejar de lado sus migrañas y ponerse a vender polvorones como la que más. Como la más experta sabedora en dulces. La que atiende de dos en dos, y anota las ventas.
Es un cacao mental. Además vigila que nadie se le lleve nada por "el morro". No quiero ni pensar en los 15 días que me tocan sin descansar en diciembre.
Menos mal que me organizo las horas y empleo más de una en reponer todos los huecos que van dejando las ventas.
Ayer que era sábado fue una pasada. Cuando sumo las cantidades y veo las ventas totales se me pasan los males y eso que a mí me da lo mismo porque me pagan igual venda mucho o poco, pero reconozcamos que la suma total de ventas mereció la pena.
Esta semana he vendido más de lo esperado turrones, polvorones y mazapanes y falta más de un mes para Navidad. Hoy toca fiesta, menos mal.
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