domingo, 22 de marzo de 2009

Crisis

Cada vez que me da por pensar un poco, la verdad es que yo misma me asusto de las cosas que pienso.
Cuando salgo de cenar de un restaurante me arrepiento de haber entrado, y cuando tengo una camisa en la mano para probarme, miro la etiqueta del precio y entonces decido no comprarla.

Me duele el bolsillo solo de tener que ir a la farmacia a por unos ibuprofenos, o a por un antibiótico para el catarro. Y no digamos que me duele para pagar una operación dental, que la seguridad social no cubre y pienso que debería cubrir.

Cuando quiero pensar en irme a pasar el día fuera en vacaciones me doy cuenta de lo que consume el coche de gasolina y me quedo en casa. Y cuando recargo el móvil o la tarjeta bus decido no llamar a nadie e ir a los sitios andando.

Todo sube, menos lo que tiene que subir y nos pensamos que la cosa tiene que mejorar. Yo no lo creo, pues las jornadas laborales o se recortan o directamente te quedas sin trabajo.

Y hay tantas cosas que no comprendo, que me creo más torpe que hace años.

Mi sueldo es inferior al de hace 3 años, y ahora ni siquiera trabajo, porque no hay nadie dispuesto a contratar, más bien están dispuestos a darte una patada en el culo.
Los jubilados tienen gratis el autobús en algunos casos, y las medicinas en todos casos cobren lo que cobren, aunque sea más de lo que gana un currante en seis días a la semana.
Todo se encarece y alguien se enriquece a costa de que otros no tengamos ni pan para comer.

No nos podemos o no sabemos quejarnos.

Y a mí cada día me duele más el bolsillo, bueno y el alma. Y esos males no los cura nadie. Sólo el tiempo.

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