Espero, y dicen que quien espera desespera. Y en medio de este trabalenguas desesperado está conmigo un bolso lleno de currículums un plato de tarta ya vacio, un vaso de fanta de naranja de grifo de Ikea y una bolsa de aperitivos chinos de "El Rincón".
Ha sonado el móvil, al fin Ave viene a buscarme, como si de un príncipe azul se tratara
Hay 40 grados en la calle, y la propuesta de ir a la piscina la he cambiado por dejar un currículum en Puerto Venecia.
Una hora de autobús me ha costado llegar, y eso con la suerte de no esperar ninguno de los dos que he cogido para ir desde casa. Pero eso sí, en dos minutos me han atendido y la frase de "ya le llamaremos" ha resonado como ya una costumbre.
Cuando salgo de la empresa me dan ganas de llorar de la rabia, pero ya no se donde guardar las lágrimas.
Ave debe estar a punto de venir a recogerme de ese restaurante lleno de albóndigas que produce más hambre que otra cosa. Hace un cuarto de hora que ha salido de casa y el refresco ya se ha terminado, aunque me volveré a llenar el vaso.
Poco después aparece mi príncipe azul para sacarme del desierto de Puerto Venecia que aún tiene que llenarse de más tiendas.
Palabra que esta tarde me voy a dar un chapuzón pase lo que pase.
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