Hoy como ayer, me levanto, miro por la ventana, y veo el mismo cielo.
No tengo ganas de nada, bueno de que llegue el fin de semana, desconectar y olvidarme de todo.
Me coloco delante de mi Mac que me permite mantener este blog, donde expreso como me siento y otras cosas.
A veces el silencio de mi casa me atormenta y si suena el teléfono tampoco me quedo calmada, no hago otra cosa que no sea darle vueltas a mi cabeza, mirar lo lento que avanza el reloj, no puedo dejar de pensar que va a suceder algo que cambie mi vida y mis planes, mis ideas, mis horas de sueño, mis días grandes en las fiestas que están al caer.
Llega la hora de comer y de la siesta, me refugio viendo las fotos de cuando era una niña, de cuando era más delgada, más risueña de cuando era yo de verdad.
Ave viene a mi encuentro a horas no definidas y sin saber que hacer intento olvidarme de todas las cosas que me llenan la cabeza, que son como un ladrillo y pesan.
A veces me arranca una sonrisa, otras sus caricias me hacen llorar y otras me desahogo con él como podría hacerlo con cualquiera y le cuento lo que siento, y lo feliz que me hace estar con él.
Pero mi ansiedad no me deja vivir, me hace ver más allá, pensar en cosas que no sé si vana suceder y mucho menos cuando.
Me paso el día esperando que anochezca, y que pueda ser mañana un día tranquilo, aunque a veces la mente perturba mis sueños y me quedo "en vela" pensando en eso que no debo pensar.
Quiero que llegue mañana y cuando llega, quiero que se acabe, quiero cambiar, y disfrutar, pero creo que se me ha olvidado como se hace.
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