En esta familia, como creo que en casi todas, hay momentos del año que son más duros de llevar que otros.
En mi familia la segunda quincena de junio es negra, o gris marengo, es de estos días que deseas que pasen de una manera rápida.
Son días en los que el fallecimiento de mis dos abuelos, lo marca todo.
Las enfermedades de ambos nos hicieron pasar días de incertidumbre, con un final casi esperado.
Son días de operaciones satisfactorias, de selectividad y de final de estudios.
Finales de estudios que en ocasiones te hacen tomar decisiones que a veces no son correctas y que te lanzan a un difícil y complejo mundo laboral.
Son días que recordamos cada uno a nuestra manera, o rodeados de fotos, o con botellas de cava por aquellos que pasaron a mejor vida. Esos a los que nunca les faltó una sonrisa, a los que nunca les faltan flores, y a los que me gustaría seguir teniendo a mi lado.
Son días que quizás me gustaría borrar de un plumazo por todo lo que representan, aunque nunca está de más tener fechas para el recuerdo.
La vida sigue, mejor o peor que entonces, y de cada día negro que pasamos entonces, hemos ganado días claros y días de nubes, días de triunfo y de llanto. Perdiendo a veces las fuerzas, cayendo y volviéndonos a levantar, sin que a veces nos queden ganas de mirar atrás.
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