Mi mayor pecado fue entrar en una familia desconocida, y mostrarme como soy.
Enamorarme fue algo innato, que todos hacemos alguna vez en la vida, esperando que las cosas sean como debieran ser, aunque a veces difieren mucho de lo esperado.
Cambiar mis hábitos por no cruzarme con una sombra en mi camino, es algo que he hecho y me arrepiento de ello, porque tú no eres de momento nadie para decirme lo que tengo que hacer.
Tú quieres manejar mis hilos, y como no me hicieron marioneta de nadie, lo vas a tener difícil.
Tú te has mirado el ombligo muchas veces y nunca has visto lo que hay más allá de él. Tú eres tú, y el mundo se acaba ahí para tí.
Y no te olvides de que él es él, y yo soy yo, de que nosotros somos nosotros.
A mí me enseñaron a callarme, eso de oir, ver y callar, pero también me han enseñado a sacar las malas pulgas que guardo dentro. Y contigo me las guardo. Que lo sepas.
No eres más que yo, ni que nadie, no eres más que la dueña de unos actos equivocados que te han llevado a la situación de soledad en la que te encuentras.
Las palabras que te he escrito y las lágrimas que me has hecho llorar, ya me parecen demasiadas, así que espero que algún día aprendas a mirar más allá y a descubrir que dentro de los demás hay cosas buenas. Que no todos somos manzanas podridas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario