Hoy ha sido un día raro, después de semanas, de meses, sin dejar de vernos, hoy me he tenido que conformar con oir tu voz varias veces.
Yo estoy aquí en mi casa, en mi barrio de siempre, y tú estás como cada día rodeado de obligaciones, de bricks de leche y de pan de molde.
Hoy he extrañado más que nunca, tus besos y tus abrazos de apoyo, que me enseñan cada día a ver la vida con una sonrisa. He llenado tu ausencia con unas horas de televisión y un paseo con el perro, pero nada me llena tanto como tú.
Hoy tú también me necesitas, y tendrás que sacar la fuerza de donde no la hay, pedir ayuda a personas a las que tal vez nunca se la pedirías... dejar de pensar y acordarte de mí en los malos momentos.
No soy yo la más indicada para decirte que no le des vueltas a la cabeza, pero es inevitable.
Piensa que cuando uno pasa de los 80 años ya no es lo que era antes y empieza a tener achaques, a olvidarse de las cosas, como también nosotros a veces nos olvidamos de lo que cenamos anoche.
Por más que pensemos, los males no se curarán antes, así que vamos a llenarnos los dos, tu y yo, de cosas buenas, de esas que por pequeñas que a veces sean, nos hacen la vida más fácil y de un color más alegre.
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