jueves, 28 de noviembre de 2013

El coscurro de pan

Para mi santa madre hay varias cosas que son sagradas. Su café de las 11, la siesta, su santo, y sus hijos. 
Pero hay algo importante que no puede pasar por alto alguien que la conoce.
Esta señora tiene un vicio oculto muy grave y es que le gusta los coscurros del pan, vamos las puntas, y cuanto mas puntiaguda sea la misma pues mejor.

No es que se la coma untada, bueno, a veces si, pero por lo general se la come tal cual.
Dice ella que es que su madre, o su tía, o no se quien, ya se lo comían como manjar en sus tiempos, y claro buena es mi madre como para no seguir una tradición. 

Cuando comemos lo primero es darle a la señora su punta de pan, y sí acaso te apetece, hay que pedirle permiso o ir una misma a por el pan y comerse la puntica recién hecha. Ñam.

Lo de ayer ya es que fue de traca. Se juntó para cenar con dos esquinas.
Y se las comió sin darse cuenta. Tal es así la cosa que nos miró con mala cara por sí se la habíamos cogido uno de nosotros.
Nosotros, quiero decir mi padre y yo, somos más buenos que el pan, y no hicimos tal cosa.

Ella ya está dispuesta a ir al panadero y decirle que le haga una barra con coscurros infinitos, que ella para eso tiene mano, con la de clases de pan que hay... 

En fin, hoy tendremos dos nuevas barras de pan, es decir, cuatro esquinas, veremos haber quién se come más. Porque eso sí, no vale empezar la barra por las dos puntas a la vez, porque se seca el pan.

Menos mal que le da por el pan, que sí le diera por el jamón de jabugo nos saldría un poco cara la señora. 

1 comentario:

Ajovin dijo...

Si al coscurro de pan le quitas la miga, dejas solo parte de ella y le añades un poco de azúcar y un buen chorro de vino tinto, sale un premio de invierno para postre de días con frío.