sábado, 15 de diciembre de 2007

Las tardes de Navidad

Una tarde conmigo vendiendo polvorones, tiene sus ratos de aburrimiento, que suelen ser entre las cuatro de la tarde y las seis, aunque si el día de trabajo pilla en fin de semana o víspera de festivo todo es un no parar.
A las cinco, una música anuncia la hora y empiezan a llegar los "mandamases" que lo controlan todo.
De Seis a nueve son las horas de más venta, y un goteo incesante de gente se va a cercando al puesto a comprarme los dulces (polvorones turrones, bombones, mazapán y otras exquisiteces navideñas.

El hilo musical siempre acompaña y me puedes oir cantar cualquier canción actual o de los tiempos de mi abuela.
Algún niño, mira curioso debajo de las mesas y encuentra cajas vacias.
Siempre hay algún listo que me manga "destrangis", y algún extranjero que tiene curiosidad.

A partir de las nueve me pongo a llenar los huecos vacios que deja la venta, a tirar las basuras al muelle, y a charlar con las panaderas, la frutera y el charcutero y si entre medias pasa el lechero, pues también, porqué no.

En algún momento dan las diez, y me apresuro a las cajas y a la salida.
Llega el momento de sentarme, por fin, después de seis horas de pie.
Mañana será otro día.

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